No es un secreto que, desde hace varias décadas, la contaminación ambiental es uno de los principales problemas a nivel global; fenómeno dado como consecuencia del impacto que las actividades económicas y el modo de vivir del ser humano tienen sobre el ecosistema.
No hay duda que acciones imprudentes afectan a la biodiversidad del planeta y a la salud de las personas. Esto se puede evidenciar en cifras: según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) 9 de cada 10 personas respiran aire contaminado, una situación alarmante que provoca anualmente alrededor de 7 millones de muertes prematuras, 600 mil de las cuales corresponden a niños.
Ante esta realidad, el Observatorio de Seguros SURA se ha puesto en la tarea de investigar las tendencias de los consumidores y detectaron que, en Argentina, se viene imponiendo el consumo reflexivo, lo cual implica un gran avance para nuestra sociedad. Pero, ¿a qué se refieren con consumo reflexivo? Esto quiere decir que la gente, al momento de realizar compras, tiene en cuenta su impacto ambiental y social. Es decir, cada vez son más las personas que se convierten en consumidores racionales, que comprenden las consecuencias de sus compras y acciones, eligiendo productos y servicios de forma consciente y responsable. No les interesa el lujo ni las apariencias, por el contrario, buscan un equilibrio entre el ser y el lugar en el que habitan.
Estas acciones se han evidenciado especialmente en el rubro de alimentos, un cambio importante, ya que, datos oficiales aseguran que los sistemas alimentarios actuales representan hasta el 80% de la pérdida de biodiversidad, el mismo porcentaje por la deforestación y el 70% de toda el agua dulce que se utiliza. A su vez, el 29% de las emisiones de gases de efecto invernadero proviene de la cadena de suministro que lleva los alimentos del campo la mesa. Y como si ya no fuesen datos de interés, el 35% de todo lo que se produce en esta industria se desperdicia.
Como conclusión, las investigaciones científicas indican que, si continuamos sin cambios sustanciales en la alimentación planetaria, para el 2050 las emisiones de gases de efecto invernadero que produce el sector alimenticio crecerán en un 38%.
Como consecuencia de esta alarmante realidad y de la presión social o personal que esto desencadena, surge la eco ansiedad. Empieza a aparecer en las personas una sensación de culpa por la huella ambiental que pueden provocar sus formas de consumo.
Al respecto, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), las sustancias tóxicas que respiramos producen enfermedades respiratorias agudas, como la neumonía, y crónicas, como el cáncer del pulmón y las enfermedades cardiovasculares. Ante este panorama tan complejo, el consumo reflexivo es la tendencia más positiva y beneficiosa para la sociedad.
En resumen, no solo hay una voluntad conjunta de transmitir el mismo mensaje de conciencia, sino también prácticas concretas y claras que buscan propiciar escenarios sostenibles, con el fin de construir un futuro mejor para las generaciones venideras